Los Rosquillos de Anís en la literatura
A veces las curiosidades y las coincidencias sorprenden más en la vida real que en la literatura. Y aquí hay un poco de las dos. Os contamos de qué manera nos encontramos, de forma casual, los dulces de Jaén en la literatura.
Todo amante de los libros, sobre todo de la prosa contemporánea, ha escuchado el nombre de César Pérez Gellida, uno de los más prolíficos autores españoles de novela negra de la actualidad, premiado con diversos galardones como el Premio Nadal y muy reconocido por la crítica por su maestría en el género del thriller.
«La Suerte del Enano» es el título que da Gellida a su novela que ve la luz en 2020 y cuya sinopsis es la siguiente:
«Un gran golpe al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, un asesinato repleto de incógnitas y una inspectora poco social y adicta al sexo empeñada en librar todas las batallas.»
La Suerte del Enano – Pérez Gellida
Dentro de los parámetros de la normalidad, poco sentido tendría que un escritor de Valladolid hiciera uso de algún chascarrillo cotidiano que sirve como hilo conductor de la trama, (cuando la protagonista comparte viaje con con una señora de Torredelcampo), sino que, además, hace mención de algunos del artista Juanito Valderrama, de la Romería de Santa Ana y toma como elemento de la trama los famosos rosquillos de anís tradicionales de nuestra localidad.
Dejamos un pequeño fragmento donde se pueden leer las referencias y aprovechamos para recomendar la lectura de esta novela cargada de intriga:
[…] sin embargo, la sombra de no haber podido estar el primer domingo de mayo en Torredelcampo para disfrutar de la romería de Santa Ana y la Virgen Niña lo oscurecía todo. Según ella, era de las más famosas de España, reuniendo a miles de fieles venidos de todos los rincones en la ermita del cerro Miguelico.
—Si a la romería no la han declarado ya de interés turístico mundial, lo van a hacer ya mismo que me lo ha dicho a mí la Josefa, que tiene a su hija trabajando en lo de cultura del Ayuntamiento y se entera de todo.
C. Pérez Gellida
De eso y de lo demás, pues no tiene buen oído ni na. ¿Seguro que no quieres un rosco de anís? Están buenísimos y te voy a decir una cosa: no tienes muy buena cara, hija. Pa mí que necesitas comer algo. Bueno, si ves que te apetece luego no tienes más que pedírmelo. Como una vez, que, teniendo yo quince o dieciséis años me encontré con Juanito Valderrama, ¿te he dicho ya que Juanito Valderrama nació en Torredelcampo, a dos calles de donde vivía mi tía Concepción? —era la quinta vez que lo hacía, concretamente—. Pues eso, que estando con tía Concha en un bar que había en la plaza pero que ya no está, nos encontramos con él, que ya era famoso y bien famoso, no como los de ahora, esos que cantan en los concursos de la tele —la mujer tuvo que hacer un alto para coger aire—; pues que le debí de caer en gracia, mira tú, y me regaló una bolsa con roscos de anís que hacemos allí. Riquisimos. Bueno, no me acuerdo si esos estaban ricos o no, pero en esos años se pasaba mucha hambre en España y no todos los días te regalaban dulces por ahí. Y menos Juanito Valderrama. ¿De verdad que no te apetece probar uno? —le había insistido Rafaela.
Paola, como es natural, terminó sucumbiendo a los roscos en particular y a todo en general. El descomunal desequilibrio entre palabras pronunciadas y escuchadas era lo que había generado que su cerebro, estando ya bajo mínimos, decidiera amilanarse motu proprio. A punto estuvo de rendirse de forma incondicional y a mucha honra, haciendo bueno eso de que es siempre mejor una mala retirada a tiempo que una buena derrota. Sin embargo, estando ya a menos de cincuenta kilómetros de Jaén, quizá porque Paola veía ya el final del túnel, se soltó un poco más y le desveló el motivo que la había llevado a viajar a Valladolid. Omitió, desde luego, los detalles relacionados con el Espantapájaros, pero fue durante el turno de réplica de Rafaela cuando Paola tomó la decisión.
Sería interesante conocer cuál fue la motivación del autor para usar como recurso a Torredelcampo y su gente y su patrimonio.
